Junto a la fuente, dando su aire oriental, tengo uno de mis “Acer Palmatum”. Se trata de un pequeño árbol de hoja caduca que no suele superar los 10 m de altura y del cual existen muchas variedades, con hojas y colores distintos.
Su crecimiento es muy lento, es por eso que pequeños ejemplares suelen tener un precio alto. Se suelen cultivar bien en maceta, incluso se realizan bonsais con ellos, aunque para un mejor y más rápido crecimiento prefieren suelos profundos, bien drenados y abonados.
La exposición ideal es en semisombra, recibiendo el sol de la mañana, ya que el del mediodía o de la tarde de verano quema los bordes de las hojas. Puede estar todo el año al exterior, ya que resiste las bajas temperaturas, aunque en caso de cultivarlo en una zona con vientos muy fríos, es mejor ubicarlo en un lugar algo resguardado.
Los riegos deben ser frecuentes en verano, manteniendo el sustrato húmedo aunque no encharcado, en cuyo caso se pudrirían sus raíces. Se reducirán los riegos en periodo de reposo vegetativo.
Es bueno abonar la planta desde primavera hasta el final del verano cada 20 días. Podría darse el caso de aparición de clorosis, amarilleando sus hojas, debido a los riegos abundantes con agua calcárea. En este caso podemos corregirlo añadiendo quelato de hierro.
No suele podarse, solo a los ejemplares jóvenes para darles forma.
Podríamos encontrar problemas con pulgones, con orugas y en algunos casos con cochinillas.
Aunque algunos ejemplares florecen, su flor carece de valor ornamental, lo apreciado de esta planta es el color rojizo que toman sus hojas en otoño, antes de que el árbol se desprenda de ellas.